Enseñando a adultos a leer

Por Ulli Diemer


No pensamos en ello como un problema canadiense. El analfabetismo es algo que asociamos con países distantes del Tercer Mundo demasiado desesperadamente pobres para proporcionar escuelas a su población. No Canadá.

Pero la realidad es que sólo en Ontario hay más de un millón de adultos que son “analfabetos funcionales” – adultos cuya falta de habilidades para la lectura les crea serios problemas, personas que tienen problemas para leer un periódico.

Muchos de ellos son más mayores, personas que quizás no fueron al colegio hace años en su juventud. Muchos vienen de las partes más pobres, especialmente rurales, de Canadá. Algunos son inmigrantes que pueden hablar y comprender el inglés pero no lo pueden leer ni escribir. Y muchos son simplemente productos de nuestro sistema educativo que se gradúan cada año en el sistema, después de 10 o más años de educación, todavía analfabetos.

Sólo en el distrito 7 de Toronto, el último censo registró 12.225 analfabetos funcionales adultos. East End Literacy, un grupo local que trabaja con adultos para ayudarles a saber leer y escribir, estiman que la mitad de los estudiantes que forman parte de su programa comienzan en un nivel tan bajo que no pueden leer una señal de la calle.

Los problemas a los que se enfrentan son desalentadores e interminables. Las solicitudes de empleo, los boletines de calificaciones de sus hijos, las instrucciones en los frascos de medicamentos, las papeletas en las cabinas de votación son todos indescifrables. Llega a ser imposible conseguir un permiso de conducir, comprar una felicitación de cumpleaños, leer a su propio hijo un cuento para dormir, comprar productos alimenticios como los artículos básicos y más económicos que no muestran un dibujo de los contenidos del paquete.

Las formas de arreglárselas son a menudo ingeniosas, extendiéndose desde las tácticas del “Lo siento, he olvidado mis gafas ” hasta increíbles proezas de memoria a través de las cuales todo, desde precios hasta formas de envases y colores de las estaciones de metro, se memorizan. A veces el analfabetismo se esconde con éxito a los empleadores, amigos y al resto del mundo.

Pero mucho más frecuentemente el resultado es la pobreza, el desempleo, y la imposibilidad de participar o disfrutar de muchas de las actividades más básicas de la sociedad. Y hay a menudo un sentimiento de vergüenza y fracaso, una debilitante pérdida de respeto por uno mismo, una falta de fe en las propias habilidades y potencial. Uno es sumamente consciente de ser dependiente de la ayuda de otros para enfrentarse a una sociedad orientada hacia la escritura, además de tener que admitir continuamente que no sabe leer ni escribir.

Es con estas realidades en mente como East End Literacy se aproxima al problema de ayudar a los adultos a aprender a leer. Una piedra angular de la filosofía de East End Literacy es la creencia de que llegar a saber leer y escribir es una importante forma de que las personas obtengan más control y poder sobre sus vidas.

Junto con esto hay un énfasis en animar a los estudiantes a creer que son capaces, que pueden aprender, que pueden ganar más control sobre sus propias vidas. Esto también conlleva a menudo comprender que puede haber habido escuelas y otras instituciones que les hayan fallado, más que hayan sido ellos los que hayan fracasado.

Los trabajadores de East End Literacy dicen que a menudo encuentran estudiantes que estaban eficazmente victimizados de algún modo: estudiantes de clase obrera que fueron embaucadoramente etiquetados con una deficiencia lectora por un sistema que dirige su currículo y enfoque hacia una cultura de clase media, estudiantes con problemas de lectura que no recibieron atención individual y se les permitió que se quedaran cada vez más atrás y fueron luego enviados a programas sin salida en los cuales no se hicieron intentos reales de enseñanza.

El acercamiento a la enseñanza de East End Literacy (realizado por 60 tutores voluntarios, cada uno trabajando con un estudiante) enfatiza la utilización de las vidas de los estudiantes como el centro del currículo.

Esto puede querer decir que un estudiante que quiera conseguir el permiso de conducir se enfocará en las destrezas de lectura requeridas para el examen de conducción, mientras que un estudiante que quiera poder escribir cartas a casa a su familia en Jamaica aprenderá hablando sobre lo que quiere decir en la carta, el tutor lo escribirá, y luego lo utilizarán como un “texto ”.

Además de las clases particulares, East End Literacy también anima a los estudiantes a formar parte de grupos de aprendizaje. Un grupo se reúne para publicar una revista trimestral llamada The Writer’s Voice (La voz del escritor), que consiste en escritos de los estudiantes. Los estudiantes eligen los temas para cada número – por ejemplo, estar desempleado, o la vivienda – lo discuten y escriben sobre ello. El proceso fortalece las habilidades de lectura y escritura a través del enfoque en algo que los estudiantes han decidido que es importante, y también ayuda a crear un sentimiento de ser capaz de ser creativo. Al mismo tiempo, los estudiantes desarrollan una sensación de que las experiencias por las que han pasado, y lo que tienen que decir sobre ellas, son importantes.

Cuando eso ocurre, una sensación de aumento de poder y responsabilidad van de la mano. Una estudiante, que sabía que le habían dado mucho menos que un trato justo en el colegio, expresaba impaciencia sobre todo con ella misma, no con el sistema que la había considerado un lastre. Su motivo: “Yo soy la que tiene que hacer algo al respecto.”



Publicado originalmente en Seven News, un periódico comunitario.
Reeditado en la página web de Connexions
, www.connexions.org

Traducido del inglés por Claudia Carpio