La Cooperativa Bain se enfrenta al Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico
Una espeluznante historia sobre política.

Por Ulli Diemer


Introducción.

La primera vez que se pasa por los departamentos de la avenida Bain, en el barrio Riverdale de Toronto, un área de clase trabajadora ubicada un poco más de dos millas al este del centro de la ciudad, se experimenta la sensación de que pertenecen a un tiempo y lugar distintos. Hay algo en ellos que mantiene el sabor de una época anterior donde todo era más tranquilo y sensato (aun cuando es probable que dicha época exista sólo en las borrosas remembranzas de nuestros abuelos), y que incita al recuerdo o a la imaginación.

Los 260 departamentos de una, dos o tres recámaras, construidos justo antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, se encuentran agrupados alrededor de varios patios arbolados, cada uno con un nombre asignado que es reconocido por la oficina postal (“The Maples, The Lindens, The Oaks”). Una mezcla de sentimientos se desarrollan aquí: por un lado la falta de modernización en la infraestructura y por el otro, cierta tranquilidad cuyo encanto compensa de algún modo la apariencia descuidada que ha caracterizado al proyecto por muchos años. Bain Co-op Townhouse

Podemos suponer que, para los primeros inquilinos de clase trabajadora que se mudaron en el verano de 1914 al proyecto recién concluido, el entorno ofrecía un futuro tranquilo, estable y próspero.

Pero, por supuesto, nunca fue de esa manera, ni entonces, ni ahora; y los últimos años no han sido la excepción. Por mucho tiempo, Bain ha sido el escenario de constantes batallas, la última de las cuales, y de la que trata este artículo, tuvo lugar en los primeros meses de 1977. El tema de discusión era el futuro del complejo y sus inquilinos y esto originó huelgas de alquiler, violentas organizaciones tocando de puerta en puerta, agitadas reuniones generales, un referéndum en gran escala y residentes enfrentándose entre ellos en una áspera controversia. Esta lucha, sin embargo, sólo puede entenderse conociendo los antecedentes del proyecto.

La Historia de Bain.

Los departamentos de la avenida Bain fueron construidos por un grupo de filántropos de Toronto quienes se definían así mismos “una causa más que una compañía”. Aseguraban tener “la solución al problema que preocupa tanto a la comunidad como a la nación: viviendas de mejor calidad para la clase trabajadora”. Y aun cuando esa loable causa vino acompañada del enriquecimiento de esta compañía benefactora, cuya riqueza finalmente tenía su origen en el esfuerzo de esta misma clase trabajadora, al menos Bain, durante muchos años, cumplió su objetivo de proveer un poco más calidad de la acostumbrada a las viviendas a precios más bajos de lo usual.

Pero, a medida que pasó el tiempo, los departamentos fueron cambiando de dueños y comenzaron a verse viejos y deteriorados. Para los años setenta, quedaba muy poco del concepto original.

En el otoño de 1972 se formó la Asociación de Arrendatarios de la Avenida Bain con el objetivo de exigir las reparaciones y el mantenimiento necesarios. La asociación presionó al dueño y comenzaron a verse resultados poco a poco. Por ejemplo, pocos días después de formada la asociación y como notable coincidencia, dos de los dirigentes de la asociación de inquilinos finalmente lograron reparaciones en sus departamentos que hacía mucho tiempo se habían solicitado; otras reparaciones menores también se llevaron a cabo. A su vez, una visita de los inspectores de la ciudad se convirtió en otra forma de presión que derivó una gran cantidad de órdenes de trabajo y una visión más sistemática de la conservación, la cual incluyó reparaciones y la contratación de más personal para mantenimiento. El entonces dueño, en un esfuerzo por mejorar su imagen filantrópica, llevó a Santa Claus a visitar a los niños del lugar justo antes de Navidad.

Pero si algún adulto se dejó engañar por esta imagen de cristiana generosidad pronto se encontró a Scrooge escondido bajo la barba de Santa. De repente, los patrones de varios de los miembros de la Asociación de Arrendatarios comenzaron a recibir llamadas telefónicas donde se les avisaba que los activistas “estaban causando grandes problemas para la administración de los departamentos” y que eran “inquilinos molestos”. Al mismo tiempo, todos los residentes recibieron la noticia de que el importe de la renta se elevaría. Finalmente, después de un año de asperezas, el dueño comenzó a emitir órdenes de desalojo a medida que se vencían los contratos, con la idea de convertir el desarrollo en un condominio de precios altos.

Bain como propiedad del ayuntamiento.

Los vecinos reaccionaron buscando cuáles eran las opciones para no ser desalojados: la propiedad en cooperativa o formar parte de las propiedades del gobierno municipal. A la larga, se llegó a un acuerdo a través del cual el ayuntamiento de Toronto se hacía cargo del proyecto como vivienda sin fines de lucro a través de un financiamiento de la CMHC (Compañía de Hipoteca y Vivienda de Canadá). En el acuerdo se establecía que la propiedad de los departamentos sería transferida a la cooperativa de arrendatarios cuando se comprobara satisfactoriamente que podían pagar y manejar el proyecto de manera independiente.

Si al principio existió la duda sobre si la cooperativa era mejor alternativa que ser propiedad del ayuntamiento, esta duda fue desapareciendo de las mentes de la mayoría de los inquilinos a medida que el ayuntamiento les demostró que, de cualquier modo, no podían manejar ellos solos el proyecto. El único acontecimiento relevante fue la realización de renovaciones que se convirtieron en un completo desastre, de tal manera que el costo total aún sigue sin aclararse. Lo cierto es que, entre trabajos mal hechos, no realizados y contratistas desaparecidos, se desperdiciaron miles de dólares, que, naturalmente salieron de los alquileres.

Mientras tanto los impuestos sobre la propiedad se elevaron porque al convertirse Bain en propiedad del ayuntamiento fue gravada como giro comercial, por lo que se tenían que pagar $20,000 más al año que si hubiera estado registrada como cooperativa. Si esto no era suficientemente malo, la administración del ayuntamiento olvidó pagar los impuestos municipales de Bain a tiempo, así que ¡Bain le debía al ayuntamiento una multa por evasión! Un residente dijo de manera acertada que la Compañía de Viviendas Sin Fines de Lucro del ayuntamiento de Toronto “parecía dejar en quiebra lo que tocaba”.

Rentas Congeladas.

De esta manera los cada vez más decepcionados residentes se vieron obligados a pagar por las “ventajas” de formar parte de las propiedades del gobierno municipal con un acelerado incremento en las rentas. El precio de las rentas aumentó 21%, y después 10%. En octubre de 1976 el tercer incremento en poco más de dos años fue anunciado para ser efectivo a partir de Febrero de 1977; sería de 18%. Por si fuera poco, los vecinos de Bain descubrieron que la legislación que controlaba las rentas de Ontario no los protegía: increíblemente no aplicaba para viviendas sin fines de lucro.

Con cada nuevo incremento, los inquilinos votaban por seguir adelante; de lo contrario renunciaban a sus planes para lograr la propiedad en cooperativa y finalmente escapar del control del ayuntamiento y el interminable ciclo de aumentos en los costos. De algún modo, la batalla no fue tan negativa: promovió la unidad en la comunidad de Bain y la ayudó a organizarse y a establecer metas claras. Los residentes comenzaron a impacientarse ante la falta de celeridad por parte del ayuntamiento para transferir la propiedad y estaban molestos por la negligencia en la administración del proyecto.

Sin embargo, para un grupo de residentes, el último aumento al alquilar fue la gota que derramó al vaso y provocó que decidieran olvidarse de las metas que había establecido la asociación. Esta fracción, integrada principalmente por miembros y simpatizantes del Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico, comenzó a organizarse para congelar el alquiler del complejo. Su argumento era que los vecinos con un bajo nivel de ingresos no podían costear los nuevos alquileres. (El último incremento había dejado la renta de un apartamento en planta baja con un dormitorio en $193; el de dos recámaras en $253 y el de tres recámaras en $266, los pisos superiores tenían un costo extra de $20).

El grupo que proponía el congelamiento de alquileres abogó porque se rechazara el incremento y se continuara pagando la tarifa anterior. Discutieron su posición con todos los residentes acudiendo casa por casa, y después convocaran una reunión general de arrendatarios que se llevaría a cabo en diciembre donde prometieron solemnemente acatar la decisión que tomara la mayoría.

La reunión general no dejó lugar a dudas. Con la asistencia de 142 de los 400 residentes, la mayor asistencia registrada de todas las reuniones convocadas hasta la fecha, la votación fue 120 a 16 en contra de la idea de congelar el alquiler. Aun cuando muchos manifestaron su malestar por el incremento, la mayoría pensaba que era mejor pagar y hacer sacrificios a corto plazo con tal de no poner el peligro los beneficios que a larga se tendrían una vez que la cooperativa fuera la dueña del proyecto. Además, muchos opinaron que el gobierno municipal utilizaría la huelga de alquiler como una muestra de “irresponsabilidad” y así tendría motivos para negarse a seguir adelante con la transferencia de la propiedad.

Al ver derrotada su propuesta en la reunión general, el grupo que buscaba el congelamiento de alquileres rápidamente cambió de táctica. No podían, dijeron, sacrificarse mientras soñaban con la futura posesión del inmueble, cuando ya estaban enfrentando dificultades inmediatas. Consiguieron más información producida e impresa por el Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico y reanudaron las visitas de puerta en puerta.

Decían que si lograban reunir las firmas de apoyo de 70 de las 260 unidades de Bain, el congelamiento se llevaría a cabo de cualquier modo, aun cuando esto significaba desafiar la decisión tomada por la reunión general de arrendatarios.

El 1 de febrero de 1977, alegando contar con las firmas de 55 unidades que respaldaban el congelamiento y el apoyo de otras 35 unidades subsidiadas (la mitad de las unidades en Bain recibían subsidio en el alquiler y por lo tanto no eran afectadas por el incremento) siguieron adelante y pagaron su renta con la tarifa anterior. Sin embargo, cuando finalmente se contabilizó el total de las rentas pagadas, se hizo evidente que el número de unidades que, se decía, estaban apoyando la propuesta se había exagerado. Sólo 26 departamentos participaron en la congelación.

Aún así, las acciones emprendidas acompañadas por la ofensiva en los medios de comunicación les hicieron ganar una gran cobertura solidaria de prensa, incluyendo una primera plana marcadamente favorable en El Clarion, un reciente periódico de izquierda, en Toronto. El Consejo de Residentes, administrador electo de Bain, se opuso a la creación de un programa de emergencia de subsidio interno para apoyar a los más afectados por el aumento en las rentas, y se negó a criticar las tácticas del grupo que apoyaba el congelamiento como generadoras de rupturas y con probabilidades de fracaso. Argumentaron que el congelamiento del alquiler daría pie a que los residentes se pelearan entre ellos y en contra de los tres niveles de gobierno simultáneamente – una batalla que no podrían ganar.

Portavoces del grupo que apoyaba el congelamiento, empero, sostenían que, a través de acciones conjuntas sería posible resistir a los gobiernos y mantener las rentas en su nivel anterior. Señalaron que un proyecto de vivienda en Montreal había librado recientemente una batalla similar y la había ganado. Criticaban cada vez más, el concepto de la propiedad en cooperativa, pues serviría sólo para convertir a los residentes en sus propios arrendadores y los problemas básicos de las viviendas de bajos ingresos continuarían sin ser resueltos. Como alternativa, apoyaban que continuara la propiedad del ayuntamiento junto con una fuerte organización de arrendatarios que les sirviera de protección.

Simpatizantes de la idea de la cooperativa señalaron las ventajas a largo plazo. A las cooperativas en Toronto, explicaban, les iba significativamente mejor en términos de renta que a las viviendas sin fines de lucro del sector privado. Para lograr esto, decían, valía la pena los sacrificios que tenían que hacerse a corto plazo.

La Derrota de la Propuesta de Congelamiento.

Simpatizantes de la cooperativa, mientras tanto, se organizaban también en contra del congelamiento de alquileres haciendo visitas de puerta en puerta. Congelar las rentas, decían, ponía en peligro el proyecto completo puesto que esto significaba que las deudas no podrían pagarse en su totalidad. Además, equivalía a sabotear deliberadamente la voluntad de la mayoría. Consideraban que, incluso más indignante que la cuestión del dinero (uno de los comentarios más frecuentes que hacían era que el grupo que apoyaba el congelamiento había estado estafando a los otros inquilinos) era que habían enviado cartas a la Compañía Central de Hipoteca y Vivienda, pidiéndoles suspender la transferencia de propiedad a los inquilinos. En dichas cartas, alegaban que en realidad los residentes no estaban de acuerdo con la propiedad en cooperativa y que si parecía lo contrario era debido a la “intimidación” por parte de una “pequeña camarilla” que controlaba el Consejo de Residentes. Cartas similares fueron enviadas al ayuntamiento y al alcalde.

La controversia que se había vuelto ahora más agria llevó a la celebración de otra reunión general que tuvo gran concurrencia donde la gran mayoría votó por emitir órdenes de desalojo a todos aquellos que continuaran congelando las rentas. Se les otorgaba un periodo de gracia de dos semanas para ponerse al corriente. Esta decisión fue enviada a las diez unidades que aún se mantenían en esa postura. Todas pagaron inmediatamente y nadie fue desalojado. La huelga había terminado.

El Referéndum.

Sin embargo, el conjunto que apoyaba el congelamiento, ahora reducido solamente a los miembros pertenecientes al grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico, aún contaba con otra carta para jugar. Si no podían devolver las rentas a su nivel original entonces intentarían derrotar a la cooperativa. Una delegación representativa del grupo se movilizó al ayuntamiento con el objetivo de convencerlo de convocar a un referéndum en Bain. De esta manera se podía conocer si la idea de la sociedad en cooperativa contaba realmente con el apoyo de los residentes. El ayuntamiento aceptó complacido.

De nueva cuenta ambos grupos se organizaron para visitar a los residentes; el grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico anunciaba que una sólida mayoría rechazaría la propuesta de la cooperativa.

No tuvieron tal suerte. Con una participación del 87%, la votación fue de 2 a 1 a favor de la propiedad en cooperativa. Y en las elecciones para el Consejo de Residentes, los simpatizantes de la cooperativa votaron a favor de que continuaran con su dirigencia.

Como era de suponerse, los resultados no convencieron a los del grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico. Ante esta situación, emitieron un comunicado de prensa alegando victoria y procedió a exigir que el gobierno municipal o el CMHC revocaran los resultados del referéndum que ellos mismos habían solicitado. El ayuntamiento se negó; aún esperan la respuesta del CMHC. A pesar de todo, la mayoría de las personas está segura que la transferencia de la propiedad se hará efectiva en la fecha prevista que es el próximo verano.

Bain como Cooperativa vs Bain como Propiedad del Gobierno Municipal.

En mi opinión, en todo lo hasta ahora acontecido en Bain, existen dos puntos importantes sobre los que se debe profundizar.

El primer punto es el tema sobre qué opción es mejor: ser propiedad del ayuntamiento o la propiedad en cooperativa. Existe una serie de proyectos residenciales en la Ciudad de Toronto que, por una u otra razón, se han visto en situaciones similares a las que enfrentaron los residentes de Bain en 1974. En cada caso, se ha debatido la cuestión de si es mejor convertir los proyectos en cooperativas u optar porque el gobierno municipal asuma la propiedad del proyecto bajo programas de vivienda sin fines de lucro. Para encontrar las respuestas, me parece de gran utilidad estudiar la experiencia de Bain, sin embargo no se obtienen respuestas concluyentes en una u otra dirección. Por un lado, que el ayuntamiento administre la propiedad parece ofrecer beneficios y protección que no se obtienen cuando la propiedad es privada; por otro lado, los malos manejos del ayuntamiento pueden ocasionar un incremento en los alquileres incluso más rápido que lo que marca el mercado, o al menos mientras el mercado estaba regulado por el Programa de Control de Rentas de Ontario (el cual expira el año entrante). Se ha observado que las cooperativas mantienen los costos bajos pero esto varía pues en los proyectos de más antigüedad los costos de mantenimiento pueden ser bastante altos. Las cooperativas también ofrecen una mayor oportunidad para que los residentes tomen decisiones sobre la propiedad, aunque finalmente el control de los inquilinos es limitado por el hecho de que las propiedades urbanas continúan siendo controladas por las fuerzas del mercado capitalista, y por el hecho de que las cooperativas parecen estar siempre en contra de todas las situaciones que ocurren y donde es necesario tomar una decisión.

En general, las pruebas parecen indicar que probablemente es mejor pertenecer a una cooperativa ya existente en vez de ser propiedad del ayuntamiento, pero esto no significa necesariamente que lo mejor es continuar por la ruta de la cooperativa en los proyectos donde las alternativas aún se están planteando y donde para llegar al objetivo final aún faltan muchos años. La razón es que, el proceso para convertirse en cooperativa es extremadamente difícil, cargado de escollos y problemas así como lo descubrieron las personas en Bain. Convertirse en cooperativa requiere una gran cantidad de tiempo y energía por parte de los organizadores, una gran cantidad de trabajo legal y una interminable planeación financiera. En resumen, se requiere que los inquilinos por sí mismos conformen una entidad corporativa formal capaz de negociar con las burocracias gubernamentales, el capital necesario e, incluso, que los inquilinos se conviertan en sus propios arrendadores. Uno de los principales inconvenientes en el proceso de crear una cooperativa como sucedió en Bain, fue la forma en que las energías de un significativo número de residentes activos y políticamente conscientes fueron enfocadas a actividades burocráticas, y por lo tanto se disipó la conciencia política y la energía que debió haberse enfocado en la batalla contra el ex propietario. En Bain, la lucha parece haber valido la pena ahora que la meta está a punto de ser alcanzada, pero los problemas encontrados en el camino deberían servir como ejemplo a otros proyectos para pensar cuidadosamente antes de tomar el mismo camino. Crear una cooperativa es una estrategia, pero no es la única. No existe un camino seguro para cambiar el mundo.

Es irónico que una de las cosas que contrarrestan la tendencia a la despolitización en Bain haya sido la oposición del Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico y sus simpatizantes a la cooperativa. Esto llevó a que muchos residentes se involucraran en todos los asuntos del proyecto y pensaran más seriamente sobre las metas que querían alcanzar.

El Papel del Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico.

El papel que jugó el Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico en la disputa de Bain es el punto principal que quiero analizar aquí y es uno de los que me parece puede ofrecer muchas más conclusiones definitivas que el debate sobre si la mejor opción es una cooperativa o la ser propiedad del ayuntamiento.

Quiero dejar en claro desde el principio que no estoy intentando hacer una evaluación del grupo o de sus demandas políticas. Estoy analizando su papel político en una lucha particular, una lucha que, sin duda, parece decir mucho sobre las perspectivas y tácticas políticas de la organización en general.

Antes de involucrarme en la situación de Bain, como reportero cuya labor es cubrir los eventos para un periódico local, mi percepción era que el grupo contaba con algunas ideas válidas para contribuir al movimiento socialista y que el pago por las labores domésticas sería muy bueno si en verdad puede obtenerse, (lo cual parecía improbable), pero no estaba de acuerdo con lo que vi como una estrechez dogmática de su perspectiva política. Sin embargo, yo no había tenido ninguna oportunidad en particular para observar a este grupo en acción y no me había formado ninguna opinión en uno u otro sentido sobre sus prácticas políticas. Tampoco me parece apropiado, como hombre, emitir juicios impresos sobre las estrategias de una parte de este movimiento de mujeres. Pero la lucha en Bain involucró tanto a los hombres como a las mujeres – de hecho, uno de los principales voceros del grupo que quería congelar los alquileres era un hombre que trabajaba activamente en la organización, mientras que algunas de las personas clave en el otro bando eran mujeres. Y, por supuesto que todos los asuntos concernían tanto a hombres como mujeres por igual.

Debo decir también que cuando inicialmente comencé a cubrir la historia del congelamiento de rentas en Bain, básicamente simpatizaba con la posición del grupo que apoyaba esta propuesta. (1) Después de escuchar los argumentos de ambas partes, fui por un tiempo un observador neutral, y sólo gradualmente, después de seguir todos los acontecimientos, leer la información que repartían, asistir a las reuniones y entrevistar a las personas de ambos grupos comencé a criticar las acciones del grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico y las actitudes en las que parecían basarse estas acciones.

La razón por la que me convertí en crítico del grupo no se debió fundamentalmente a la postura que tomaron sobre el tema de la propiedad en cooperativa, aunque finalmente estoy en desacuerdo con ellos. Es probable que algunos opinen que hubiera sido más prudente para los residentes de Bain no seguir por el camino de la cooperativa y haber rechazado en vez de aceptar los incrementos de la renta. Pero ése no es el punto.

El punto clave es que estas cuestiones fueron examinadas minuciosamente por los residentes de esta comunidad de clase trabajadora; que ambas partes expusieron sus argumentos a todos los que vivían en el complejo a través de folletos, boletines, visitas de casa en casa y reuniones generales y que después de este largo y verdadero proceso democrático, los inquilinos decidieron con una abrumadora mayoría a favor de la opción de la cooperativa y en contra de el congelamiento de las rentas. Aún así, el Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico, que había prometido aceptar cualquier decisión que se tomara, optó por ignorar lo que la mayoría había votado y etiquetó los resultados como “manipulación” e “intimidación” por parte de “una pequeña camarilla”. Con el objeto de engañar a la opinión pública sobre los acontecimientos ocurridos y sobre su propio apoyo trató de utilizar todos los medios, incluyendo un deliberado sabotaje del proyecto con tal de salirse con la suya.

Existe una serie de puntos para considerar:

En primer lugar, el reclamo, hecho por el Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico y que fue repetido en todas partes, acerca de que la disputa se daba entre un grupo de inquilinos necesitados, especialmente mujeres de asistencia social, luchando por sobrevivir, y un grupo aspirando a convertirse en “propietarios de clase media” es falso. De hecho, la mitad de los arrendatarios en Bain era lo suficientemente pobre como para recibir subsidios gubernamentales en sus alquileres; el resto era clase trabajadora. En ambos grupos de residentes una gran mayoría se oponía al congelamiento de las rentas y estaba a favor de la cooperativa. Los doce miembros elegidos por el ejecutivo para el Consejo de Residentes (“la pequeña camarilla”) provenían por igual de cada grupo. Nueve de los doce eran mujeres, y tres de ellas madres solteras.

Tampoco es cierto, en general, que los residentes más pobres eran los más afectados. De hecho, los vecinos con ingresos más bajos contaban con subsidios y no fueron afectados por los incrementos. Sus rentas permanecían en el mismo nivel; el incremento se compensaba con un aumento en el subsidio. Además, aquellos que no calificaban para obtener subsidio, y que fueron afectados por el aumento, se les ofreció un subsidio interno proveniente de los gastos operativos de la cooperativa.

No se puede negar que un incremento en la renta del 18% fue un golpe desagradable. Pero fue algo que los residentes decidieron deliberadamente. Preferían disminuir su nivel de vida en ese momento con el fin de lograr la propiedad en cooperativa, con lo cual se reducirían los costos a largo plazo y obtendrían un mayor control sobre las condiciones en las que vivían. (Cabe señalar que las rentas en Bain, aun después del incremento son todavía equivalentes o menores que las rentas de Toronto en general). Dicho sea de paso, el hecho de que 26 unidades de 260 se unieran a la huelga de rentas mientras el resto había decidido no hacerlo, significaba que los otros inquilinos tenían que pagar más renta con la finalidad de compensar la diferencia de la renta total que debía pagarse al ayuntamiento. Esto ocasionó que algunos residentes comentaran con amargura que se trataba de una situación donde las personas de clase media mantenían a las de clase trabajadora.

Sin embargo, para muchos en Bain, el punto clave no era el económico. Se trataba más bien del control. A los residentes, por supuesto, les convenía pagar la menor renta posible, eso es indiscutible y pensaban que una cooperativa sería la mejor manera de lograrlo. Pero después de cinco años de luchas en contra de los propietarios públicos y privados y lidiar con constantes malos manejos, se habían comprometido a controlar su propio ambiente de manera colectiva; aún cuando esto significara sacrificios financieros en el corto plazo.

Ellos no querían un arrendador, sino ser ellos mismos los que administraran el proyecto. Esta es la forma en que finalmente puede comprenderse la determinación en la lucha por Bain. Otros temas fueron cuestiones tácticas y secundarias. El tema que confrontó a la mayoría de los residentes con el Grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico fue acerca de sus posturas radicalmente opuestas sobre quién debía controlar el lugar.

Mientras que la mayoría estaba dispuesta a asumir los riesgos y las cargas que el control pudiera llevar implícito, el grupo rechazaba la meta de controlar el lugar y lo calificaba de irrelevante y de ser más bien un sueño utópico. A ellos no les importaba quién dirigiera el sitio mientras las rentas se mantuvieran bajas: una postura corta de miras incluso en sus propios términos puesto que se ha observado que la mayoría de las cooperativas llevan un mejor historial sobre el monto de sus alquileres en el largo plazo. Al oponerse a la cooperativa, jugaban de manera cínica y deliberada con el miedo que las personas suelen tener al enfrentarse a una nueva responsabilidad y las intimidaban enlistando todo tipo de situaciones desagradables que podrían surgir (2), como si no hubieran enfrentado ya un increíble número de problemas, primero mientras el dueño pertenecía a la iniciativa privada y después, cuando el ayuntamiento era el que administraba el proyecto.

Las personas del grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico parecían tener sólo una solución para todos los problemas: exigir que el gobierno se hiciera cargo, ya fuera proporcionando más subsidios, retomando la gestión del proyecto o pagando un salario por labores domésticas. Y cuando no pudieron convencer a los residentes para que apoyaran sus propuestas recurrieron a los distintos órganos gubernamentales para pedirles que anularan las decisiones que los inquilinos habían tomado de manera democrática. A las personas que querían asumir la responsabilidad de su comunidad les dijeron que el estado debía encargarse de todo, les gustara o no.

Quizás la más obvia contradicción del grupo radicaba en el punto del incremento a la renta. La mayoría estaba a favor de aprobar el aumento porque esto les permitía seguir con el proceso de transferencia de propiedad, y así en unos pocos meses podrían liberarse de la compañía de viviendas del gobierno municipal, que era la que estaba causando el incremento debido a sus malos manejos. La gente del grupo quería luchar en contra del aumento rechazando la meta de alcanzar la propiedad cooperativa. Así dejaban de manera permanente el control en manos de la misma empresa gubernamental que, finalmente, era la estaba imponiendo los aumentos.

Puesto que estaban comprometidos a apoyar que el proyecto continuara siendo controlado por el gobierno, al grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico no le importaba en absoluto ignorar cualquier decisión que los residentes hubieran tomado, ni atacar el proceso a través del cual se tomaban, ni pedir al ayuntamiento que las ignorara e impusiera las propias desde el exterior.

Así, por ejemplo, las personas del grupo desacreditaban las asambleas generales donde las decisiones de Bain eran tomadas, alegando que éstas habían sido impuestas por el Consejo y que éste engañaba a las personas que participaban en las reuniones generales. Todo lo anterior, por supuesto, sucedió después de que la asamblea general rechazara su estrategia con una votación de 120 a 16. Antes de eso, ellos no habían criticado las reuniones a las que cualquiera de las 400 adultos residentes de Bain hubiera asistido, disertado o votado. Sin embargo, aún después de que las asambleas generales fueron catalogadas como farsa por ellos, continuaron acudiendo a ellas y exponiendo sus estrategias, y después, en vez de aceptar su derrota dijeron que los resultados eran producto de la manipulación. Puede ser que estas reuniones no sean los ejemplos perfectos de democracia pura, pero la asistencia a las reuniones más importantes fue más alta, por poner un ejemplo, que la asistencia del electorado para las elecciones municipales de Toronto que tuvo lugar en las mismas fechas. Cuando se observa a tantas personas trabajadoras, que aun cuando tienen que levantarse para trabajar al día siguiente, deciden pasar varias horas, o la tarde completa, en discusiones cara a cara sobre el futuro de sus hogares, uno puede estar seguro que está siendo testigo de una forma de democracia que está muy por encima de lo que consideramos democrático en esta sociedad.

Y, ciertamente, las personas en Bain se sienten orgullosas de la forma en que toman decisiones, de la manera en que los temas importantes son dados a conocer a través de folletos entregados a los residentes antes de las reuniones, y de sus intensos debates en las asambleas. No es de extrañar que muchos de ellos se sintieran indignados por la exigencia del grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico para que las decisiones se tomaran a través de un referéndum en vez de en una asamblea general. Para ellos fue como un retroceso en el nivel de participación y democracia que ya tenían.

Pero, por supuesto, el apoyo del grupo al referéndum sólo duró hasta que los llevó a perder definitivamente en la consulta impuesta por el ayuntamiento después del cabildeo del grupo en el ayuntamiento. (En las denominadas “delegaciones de Bain” que fueron enviadas al ayuntamiento se encontraban celebridades como Selma James y Judy Ramírez, dos líderes del Comité Internacional de Remuneración por el Trabajo Doméstico, ninguna de ellas residente de Bain). Una vez que perdieron el referéndum, por un margen contundente, regresaron al ayuntamiento y al CMHC, esta vez exigiendo que los resultados del referéndum fueran ignorados. En la información que repartieron recientemente, las personas del grupo no sugieren en absoluto ningún tipo de proceso para la toma de decisiones, simplemente demandan que algún órgano gubernamental, cualquiera, imponga su voluntad incluso sobre lo que tienen que admitir es la decisión tomada por la mayoría de los residentes de Bain. (Ridículamente ahora se limitan a decir que el resultado hubiera sido diferente “¡si hubiera habido más simpatizantes y menos oponentes viviendo en Bain!”)

Su negativa a hacer cualquier tipo de concesiones con la democracia y con la voluntad de los vecinos de Bain sobre tomar el control de la propiedad, parece ser atribuible a la teoría política que respalda sus acciones. La perspectiva completa del grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico se centra, aparentemente, en una forma vulgar de determinismo económico: la teoría de que la gente sólo responderá y sólo podrá organizarse en cuestiones que tienen que ver con poner más dinero en sus bolsillos. La teoría dice que las personas no están interesadas en algo tan abstracto como controlar su comunidad, por lo tanto, si no les interesa y ellos piensan que sí, se están auto engañando. La filosofía del grupo está bien representada en el símbolo que ellos mismos escogieron y que fue usado en gran medida durante la campaña de Bain: una mano sujetando un fajo de billetes.

Las implicaciones de su enfoque quedaron muy claras en la avenida Bain, donde su campaña estuvo basada en aprovecharse de la pasividad y los miedos de las personas y en una latente desmoralización sobre las expectativas a largo plazo, en vez de construir utilizando las fortalezas de los vecinos. En momentos cruciales, su apelación fue siempre que el estado debía ayudarles a salir adelante. Su única victoria fue el confrontar a la clase trabajadora con unos cuantos que eran beneficiados por la asistencia social y el grupo de activistas de clase media. Fue su error querer ganar algún tipo de apoyo destruyendo la solidaridad que existía entre las personas de Bain. En el proceso, mostraron ser el epítome de las sectas políticas mezquinas que sólo están interesadas en su propio dogma y auto engrandecimiento. La comunidad de Bain se lleva todo el crédito por haber rechazado las políticas que el grupo de Remuneración por el Trabajo Doméstico les ofrecía, reconocer sus propias capacidades y tener la determinación para alcanzar sus sueños.



(1) El grupo que pretendía congelar el alquiler, de hecho, distribuyó, junto con su información, el primer artículo que escribí sobre el tema (para Seven News, el periódico local).

(2) Por ejemplo en la información que se entregaba, manejaban la versión de que si un viejo calentador de agua de los departamentos explotaba, los residentes tendrían que desembolsar de sus bolsillos más de $100,000 para la compra de uno nuevo. La realidad es que este tipo de eventos está cubierto por un seguro de daños.


Publicado por primera vez en el Volumen 2, Número 1 (Edición de Verano) de The Red Menace.

Traducido del Inglés por María D. Andrade


Also available in English: Bain Co-op Meets Wages for Housework.
Aussi disponible en français: La coopérative de Bain rencontre «Salaires pour les travaux domestiques».