Prólogo
El tema de la clase trabajadora, tal y como señala Martin Glaberman en este ensayo, es una cuestión antigua y honorable para la izquierda. Sin embargo, he de añadir, que el actual análisis de clases, al contrario de lo que suele mencionarse, es una práctica que ha tendido a estar más reconocida en las desavenencias que en la práctica. Hay que dar por tanto la bienvenida a aquellas señales que indican que se está abordando esta cuestión con un interés crítico y renovado por, al menos, parte del movimiento socialista, las cuales necesitan reexaminar seriamente supuestos y formas de mirar a la sociedad ciertamente tradicionales. Bienvenidas, también, porque es desafortunadamente cierto que muchos de los conceptos de la izquierda se han vuelto dogmas que ahora funcionan más como barreras para el pensamiento creativo que como guías flexibles para el desarrollo de análisis y estrategias radicales.
Para algunos, el cuestionar las formulaciones tradicionales ha conducido al pesimismo o al reformismo, o al rechazo de la clase trabajadora supuestamente “sobornada” por la opulencia, mientras que son varios los grupos sociales marginales que han sido proclamados como los nuevos estandartes de la revolución, quedando su pureza presuntamente garantizada por su pobreza o por su marginalidad. (De hecho, una parte de este razonamiento afirma que no se puede hacer nada en los países capitalistas avanzados excepto esperar y aclamar a que los ejércitos de liberación del tercer mundo estén listos para asaltar el corazón del sistema imperialista).
Pero aquellos que no están dispuestos a aceptar ninguna de las distintas formas que llevarían a abandonar el proyecto revolucionario marxista se encuentran a sí mismos reconducidos inevitablemente hacia la cuestión central sobre la clase trabajadora: la clase central de la sociedad capitalista. Martin Glaberman hace una contribución muy valiosa a esta discusión. Su experiencia de más de 40 años en el movimiento socialista, y de más de 20 años como trabajador en una planta de producción en el sector de la automoción le proporcionan sólidas raíces en la tradición marxista, la cual insiste imperturbablemente en que una revolución socialista debe ser una revolución de la clase trabajadora, y que la predominante (aunque no única) fuerza en cualquier revolución de la clase trabajadora debe ser, precisamente, la clase trabajadora. Esta perspectiva “tradicional” no le obliga sin embargo a abrazar una versión del marxismo que esté ciega a los cambios sociales. Por el contrario, Glaberman insiste en que no puede haber un análisis revolucionario que ignore el hecho de que el capitalismo, la clase trabajadora y las formas de lucha de la clase trabajadora han cambiado significativamente desde Marx. Es mérito suyo el utilizar el método marxista para analizar nuevas formas de desarrollo y, a partir de éstas, extraer lecciones que hacen que los ensayos de Glaberman sean contribuciones creativas a un marxismo vivo. No es necesario estar de acuerdo con cada una de sus palabras para apreciar que su manera de plantear y examinar cuestiones tan aparentemente simples como “¿qué es la clase trabajadora?”, “¿quién pertenece a la clase trabajadora?” y “¿cuál es el papel de la clase trabajadora en el cambio social?” procede de una tradición mucho más rica que la sociología “científica”, dando resultados mucho más fructíferos que cualquier serie de ensayos mucho más documentados.
Uno de los primeros asuntos para él es por tanto definir la clase trabajadora (un tema mucho más complejo y significativamente importante de lo que pudiera parecer en un primer momento). Posteriormente examina alguno de los componentes clave de la realidad de la clase trabajadora (primero y principalmente el trabajo) así como la formación y la transformación de la conciencia de clase trabajadora y su forma de lucha. Merece especial mención en este contexto su razonamiento sobre el hecho de que los intereses de los trabajadores están actualmente separados y de hecho son contrarios a los de los sindicatos. Que esto es cierto en general, aunque no en todos y cada uno de los casos individuales, es el tema central del segundo ensayo del panfleto. Éste esta seguido de dos ensayos en el que Glaberman discute los puntos de vista de dos escritores americanos que han hecho importantes y recientes contribuciones a la teoría y la historia de la clase trabajadora: Stanley Aronowitz y Jeremy Brecher.
Glaberman encuentra mucho que elogiar en las Falsas Promesas de Aronowitz, pero cree que el libro falla al no superar la perspectiva tradicional de la clase trabajadora que esencialmente ve a los trabajadores sólo como víctimas más que cómo participantes activos de su propia historia. También mantiene que Aronowitz tiende a veces a entender la toma de conciencia de una forma demasiado limitada, como si se tratara simplemente de verbalizaciones. Glaberman considera igualmente la obra ¡Huelga! de Brecher un valioso trabajo que “ayuda considerablemente a contrarrestar las actitudes casi universalmente burocráticas de los historiadores del trabajo”, pero opina que en determinados momentos plantea la realidad de la clase trabajadora en términos de una dicotomía de los trabajadores contra la empresas demasiado simplista, la cual que lleva a considerar totalmente que el papel de los propios trabajadores sea el de la creación de organizaciones burocráticas como los sindicatos.
Él ve estos dos libros como contribuciones importantes al fructífero debate que está teniendo lugar en la clase trabajadora bajo el sistema capitalista. Sus propios ensayos ayudan también a promover dicho debate.
El primer ensayo, La perspectiva marxista de la clase trabajadora, fue parte de las conferencias de la serie La clase trabajadora en Canadá de Toronto en el otoño de 1974. La segunda, Sindicatos contra trabajadores en los setenta: el aumento de la militancia en la industria de la automoción, apareció por primera vez en la revista Society en su número de noviembre-diciembre de 1972. La Crítica de las Falsas Promesas de Stanley Aronowitz apareció por vez primera en la revista Liberation en febrero de 1974, mientras que el ensayo final fue parte del Simposio sobre la obra ¡Huelga! de Jeremy Brecher, que apareció en el volumen 7, número 6 de Radical America. Las versiones de los ensayos que aparecen en este panfleto/ensayo/manuscrito son ligeramente diferentes de los originales.